17.9.23

Contrastando las Visiones del Dr. García Amado sobre la Enseñanza del Derecho y las Actitudes Estudiantiles en Derecho

El Dr. Juan A. García Amado señaló recientemente que la enseñanza del Derecho en muchos países es, "catastrófica, absurda, demencial". Continúa afirmando que si otras disciplinas se enseñaran de la misma manera, tendríamos edificios derrumbándose y cirujanos incapaces de lavarse las manos. Esta fuerte crítica apunta directamente a la raíz del problema, donde muchas Facultades de Derecho están plagadas de docentes que desconectan teoría y práctica. Sin embargo, un análisis del problema nos lleva a identificar otro aspecto crítico: la actitud y el comportamiento de las personas que ingresan a estudiar en la Universidad.

Vivimos en tiempos sin precedentes. La era digital, con su vertiginosa avalancha de información, ha reconfigurado la forma en que las personas se relacionan con el conocimiento, afectando profundamente la disposición para adentrarse en disciplinas complejas como el Derecho.

El cambio más notable es la transición de una cultura basada en la reflexión y el estudio detallado a una cultura del 'instante', que prioriza la inmediatez. Hoy, una simple búsqueda en internet puede ofrecer respuestas a preguntas que antes requerían horas de estudio y consulta. A simple vista, esto podría parecer una ventaja. Sin embargo, cuando se trata del estudio del Derecho, esta rapidez puede ser un arma de doble filo.

La digitalización ha democratizado el acceso a la información, lo cual es indudablemente positivo. Pero con ello, también ha surgido una tendencia a sobresimplificar y descontextualizar. Las personas que ingresan a estudiar en la Universidad hoy en día, crecieron en un mundo donde la respuesta a cualquier inquietud está a unos pocos clics de distancia. Esta accesibilidad, si bien valiosa, puede generar la percepción errónea de que la comprensión profunda es innecesaria.

En el estudio del Derecho, esta mentalidad puede ser peligrosamente engañosa. Mientras que una rápida búsqueda puede ofrecer una definición o un resumen, el verdadero entendimiento del Derecho requiere de una inmersión en textos, jurisprudencia, y discusiones teóricas que no pueden ser resumidas en simples fragmentos. El Derecho es, por naturaleza, una disciplina que demanda reflexión, análisis y un profundo entendimiento contextual.

Es imperativo, entonces, que las instituciones educativas reconozcan y aborden estos desafíos. La formación jurídica no puede rendirse ante la tiranía de la inmediatez. Debe reafirmar la importancia del estudio detenido, la lectura crítica y el pensamiento analítico. Solo así se puede asegurar que las futuras generaciones de profesionales del Derecho estén verdaderamente capacitadas para navegar y contribuir en un mundo jurídico cada vez más complejo.

El Dr. García Amado ofrece una crítica incisiva al describir cómo muchos hablan con pasión sobre "derechos humanos de los gatos y de monísimos principios", pero, irónicamente, se muestran incapaces de identificar y diferenciar conceptos fundamentales del Derecho. Esta observación destaca una tendencia preocupante en la educación moderna: el sacrificio de la profundidad y la comprensión en aras de la rapidez y la conveniencia.

En la era digital actual, estamos inundados con información que se presenta en fragmentos fáciles de consumir. Las respuestas a casi cualquier pregunta están a un clic de distancia, lo que, en muchos casos, ha reducido la necesidad percibida de estudiar y comprender a fondo. Esta inmediatez puede ser tentadora, ya que ofrece soluciones rápidas a problemas complejos. Sin embargo, en disciplinas como el Derecho, donde cada detalle y matiz puede tener enormes repercusiones, esta superficialidad es peligrosa.

Tomar atajos en el estudio del Derecho significa pasar por alto la rica tapezca del razonamiento jurídico. El Derecho no es simplemente una colección de hechos aislados, sino un sistema interconectado de principios, precedentes y procedimientos. Al confiar exclusivamente en respuestas rápidas y genéricas, las personas que ingresan a estudiar en la Universidad se privan de la capacidad de analizar situaciones desde múltiples perspectivas, de desarrollar argumentos sólidos y de aplicar la ley de manera justa y equitativa.

En última instancia, al optar por la inmediatez sobre la profundidad, se corre el riesgo de perder la esencia misma del Derecho: un sistema diseñado para garantizar la justicia, la equidad y la protección de los derechos fundamentales de todos.

El Dr. Juan A. García Amado ha señalado una preocupante realidad en su crítica a la enseñanza del Derecho: muchos estudiantes mencionan principios y conceptos con soltura, pero carecen de un entendimiento genuino sobre su significado y aplicación. Esta observación puede vincularse con la creciente normalización del plagio en entornos académicos.

La era digital nos ha proporcionado herramientas invaluables para la investigación y el acceso a vastos repositorios de información. Sin embargo, esta misma accesibilidad ha oscurecido las líneas entre la investigación genuina y el acto de "copiar y pegar". Lo que antes requería horas en bibliotecas y la consulta de múltiples fuentes, ahora se realiza en cuestión de minutos mediante una simple búsqueda en línea. Esta comodidad, si bien ha simplificado el proceso de recopilación de datos, ha incrementado el riesgo del plagio.

Cuando se adopta la práctica de plagiar, no sólo se está cometiendo una falta ética; en el contexto de la formación jurídica, se está renunciando a la esencia misma del aprendizaje. El Derecho es una disciplina que demanda una comprensión profunda y crítica de textos, jurisprudencias y teorías. Al limitarse a reproducir el trabajo de otros, el estudiante se priva de la oportunidad de análisis, reflexión y desarrollo de su pensamiento crítico. Como indica García Amado, se corre el riesgo de no distinguir, por ejemplo, "una pena de una sanción administrativa o un contrato de un acto administrativo".

Más allá de las consecuencias académicas, el plagio en la formación jurídica tiene ramificaciones en el ejercicio profesional. Un profesional del Derecho que no ha desarrollado la habilidad de pensar críticamente y analizar con profundidad puede enfrentarse a serias deficiencias en su práctica, afectando a quienes busca representar o asesorar.

Es crucial, por tanto, que las instituciones educativas refuercen la importancia de la integridad académica y promuevan una formación que privilegie el pensamiento crítico y autónomo sobre la simple reproducción de contenidos. La enseñanza del Derecho debe ir más allá de la mera transmisión de información; debe formar individuos capaces de razonar, argumentar y tomar decisiones informadas en un ámbito tan esencial para la sociedad.

La digitalización de la educación ha transformado el panorama académico. Si bien ha proporcionado soluciones para continuar con la formación en tiempos adversos, también ha traído consigo desafíos que no podemos ignorar. Uno de los retos más prominentes es la facilidad con la que las distracciones pueden dominar el entorno de aprendizaje virtual.

El Dr. García Amado, en su crítica a la enseñanza del Derecho, menciona cómo las facultades de Derecho están plagadas de personas que no entienden completamente la utilidad práctica o teórica de lo que enseñan o aprenden. Esta falta de conexión con el material es una preocupación que se intensifica en un entorno virtual. Sin la presencia física y la dinámica directa que ofrece el aula tradicional, muchos estudiantes se encuentran conectados a la plataforma, pero desconectados del contenido y de la discusión en curso.

La comodidad del aprendizaje desde el hogar o desde cualquier lugar puede ser una ventaja, pero también presenta la tentación de realizar múltiples tareas al mismo tiempo o de ceder ante distracciones domésticas y digitales. A menudo, esta actitud puede llevar a una participación pasiva, donde, aunque técnicamente presentes, los estudiantes no están verdaderamente involucrados. Como resultado, se pierde la oportunidad de interactuar, debatir y reflexionar sobre temas complejos, aspectos fundamentales en la formación jurídica y que, como señala García Amado, determinan la capacidad de diferenciar y comprender conceptos clave del Derecho.

Es esencial que se promueva una cultura de responsabilidad y auto-regulación entre los estudiantes. La formación jurídica, con su profunda relevancia social y su exigencia de análisis crítico, merece una atención completa y sincera, independientemente del formato en el que se imparta. Es un llamado tanto a educadores como a aprendices a adaptarse y sacar el máximo provecho de las herramientas digitales, sin perder de vista el propósito fundamental de la educación.

La revolución digital ha alterado drásticamente la forma en que consumimos información. Estamos inmersos en una cultura de instantaneidad, donde la brevedad y la rapidez predominan. Clips de video, infografías, y fragmentos de texto se han convertido en los protagonistas de nuestra interacción diaria con el contenido. Sin embargo, este cambio de paradigma presenta un desafío particular en campos académicos como el Derecho, donde la lectura profunda y detallada es esencial.

El Dr. García Amado resalta en sus reflexiones una consecuencia preocupante de este fenómeno en la enseñanza del Derecho. Al mencionar cómo algunas personas hablan con soltura de "derechos humanos de los gatos y de monísimos principios", pero no logran distinguir conceptos fundamentales, pone de manifiesto una realidad: la superficialidad en el acercamiento al contenido. Esta superficialidad puede estar, en parte, alimentada por la reticencia a sumergirse en lecturas extensas y detalladas.

La formación jurídica se basa en la capacidad de analizar, interpretar y comprender textos complejos. Es un estudio que requiere paciencia, concentración y, sobre todo, la dedicación a la lectura detenida. Documentos legales, jurisprudencia, tratados y textos doctrinales no pueden ser reducidos a simples fragmentos o resúmenes sin perder su esencia y su riqueza interpretativa.

Lamentablemente, la cultura de consumo rápido de información ha cultivado en muchos una aversión a la lectura extensa. Es común escuchar que las generaciones actuales no leen, pero el desafío real radica en que no se están formando hábitos de lectura profunda y reflexiva.

Es fundamental reconocer que, más allá de la aversión a la lectura, lo que está en juego es la formación de juristas capaces de comprender y operar en el complejo mundo legal. Como García Amado destaca, es esencial distinguir y comprender para evitar la arbitrariedad y el abuso en la práctica jurídica. Es un llamado a las instituciones, profesores y estudiantes a redescubrir y abrazar la lectura como la herramienta esencial que es en la formación jurídica.

Debemos retroceder en el tiempo y reconocer los cimientos históricos sobre los que se erige la educación superior. Cuando Platón regresó a Atenas en el año 387 a.C., fundó una escuela de filosofía en un espacio lleno de olivos, estatuas y templos, conocido como Academos. Este lugar no solo rinde homenaje al legendario héroe del Atica, sino que se convirtió en el epicentro del pensamiento intelectual griego durante casi un milenio. La Academia de Platón sirvió de precursora para nuestras universidades contemporáneas, transmitiendo su virtud, herramientas, fuerza y misión. Esta misión enfatiza la transmisión del conocimiento a través de la docencia, la creación de nuevas formas de pensamiento mediante la investigación y, en última instancia, la difusión de la cultura.

La visión de Ortega es esclarecedora al mencionar que la cultura es "aquel sistema de ideas vivas que cada tiempo posee y desde las cuales el tiempo vive" (Ortega y Gasset, J., Misión de la Universidad [1930], pp. 62-64). Estos principios eternos, arraigados en la esencia misma del espíritu humano, han resistido el paso del tiempo. Es esta eternidad en el reino de las ideas lo que le da al mundo académico su inmutabilidad y permanencia.

Una verdadera vida académica, que se concibe como una comunidad de estudio e investigación, sólo puede florecer en un entorno de completa libertad y dedicación a la verdad. Esta verdad, tal como subraya el Dr. García Amado en sus palabras sobre la enseñanza del Derecho, no solo debe extraerse de la materia que se estudia, sino también de aquellos que la buscan. La excelencia y trascendencia de una obra académica permiten, tras una rigurosa evaluación, determinar el reconocimiento que merece un académico y las responsabilidades que se le deben confiar.

Como bien señala Protágoras, "el hombre es la medida de todas las cosas" (Reale, G., Historia de la filosofía. Universidad Pedagógica Nacional. Bogotá, 2007, p. 133). En esta lógica, es el ser humano quien define la ciencia, la cultura y la universidad. La esencia humana es la base de la vida espiritual y, por ende, la base misma de la educación superior. Sin embargo, en nuestra era contemporánea, donde la rapidez y la superficialidad a menudo dominan, es esencial volver a esta concepción más profunda y reverente de la educación, para que la universidad no sea vista simplemente como un trámite, sino como un viaje transformador en el camino hacia el conocimiento y el autodescubrimiento.

El Derecho, en su esencia más profunda, representa la columna vertebral que garantiza la cohesión y equidad de nuestras sociedades. El Dr. García Amado, con perspicacia, señala la desconexión entre la teoría y la práctica en muchas de nuestras instituciones académicas. Sin embargo, como nos recordó Protágoras: "El hombre es la medida de todas las cosas". Esta máxima nos indica que la responsabilidad de construir un sistema legal sólido y equitativo no sólo es tarea de los docentes o instituciones, sino que recae, primordialmente, en los propios estudiantes.

La era digital ha otorgado oportunidades sin parangón en cuanto a acceso a la información. Pero, con sorprendente frecuencia, en vez de enriquecer y profundizar la formación, muchos estudiantes han optado por el camino del conformismo y la superficialidad. No podemos olvidar el propósito con el que Platón fundó su Academia en Atenas, buscando la verdad y la sabiduría, o la misión educativa que Ortega y Gasset visualizó como vital para la transmisión de un sistema de ideas vivas.

La enseñanza del Derecho no es una labor unidireccional donde sólo los docentes depositan conocimiento en los estudiantes. Es, de hecho, un delicado equilibrio de esfuerzos. Sin duda, necesitamos docentes comprometidos y metodologías vanguardistas que reflejen los desafíos de nuestro tiempo y se adapten a las peculiaridades de la era digital. Sin embargo, el verdadero éxito de cualquier sistema educativo radica en la receptividad y compromiso de sus estudiantes.

El Dr. García Amado señala con precisión la brecha entre lo que se espera de la formación en Derecho y lo que muchos estudiantes están dispuestos a aportar. En sus palabras, vemos cómo muchos hablan de principios y derechos, pero no están preparados para distinguir y aplicar conceptos básicos del Derecho. Es esencial que los estudiantes comprendan que el Derecho no es solo un conjunto de normas y estatutos; es un organismo vivo que evoluciona, interpreta y responde a los desafíos de la sociedad.

El conformismo, o la mera satisfacción con lo mínimo, no solo mina la formación individual del estudiante, sino que, al acumularse, compromete la integridad y calidad del sistema legal en su conjunto. Cuando los estudiantes se acercan a sus estudios con una mentalidad superficial, renuncian a la oportunidad de adentrarse profundamente en los misterios y desafíos del Derecho, perdiendo así la riqueza y la complejidad que este campo tiene para ofrecer.

El reto, por tanto, es claro y bidireccional. Las instituciones y profesores deben proporcionar una educación que inspire, desafíe y prepare a los estudiantes para los desafíos del mundo real. Por otro lado, es esencial que los estudiantes se acerquen a sus estudios con una mente abierta, una actitud proactiva y una genuina pasión por el aprendizaje. Solo entonces podremos esperar un sistema legal sólido, adaptativo y, sobre todo, justo.

Justo acá las palabras originales de tan distinguido jurista.

El 17 septiembre de 2023 el Doctor Juan A. García Amado (@JuanAGAmado) escribía en https://twitter.com/JuanAGAmado/status/1703379199573004358 "Seamos claros de una vez por todas, sin paños calientes ni diplomacia floja: la enseñanza del Derecho es, en muchos países, catastrófica, absurda, demencial. Si la Arquitectura se enseñara como el Derecho, los edificios se caerían, y si se enseñara así la Medicina, los cirujanos matarían a cada paciente, porque no sabrían ni que hay que lavarse las manos.

Las Facultades de Derecho están plagadas de profesorado que ignora qué utilidad práctica tiene la teoría que explica o desconoce qué fundamento teórico tiene la práctica que muestra.

 La gran culpa es del profesorado y del gobierno de las facultades de Derecho. Hay que refundarlo y repensarlo todo. Y urge cerrar miles de facultades de Derecho y, si me apuran, encarcelar a muchos de sus responsables como autores de  delito continuado de estafa; entre otras cosas.

Si los ingenieros no saben, se caen los puentes, pero si los profesionales del Derecho no saben, nos caemos los ciudadanos y la práctica jurídica se vuelve arbitrariedad, corrupción y abuso. Y eso es lo que hay, adornado con la propaganda del iusmoralismo fatuo que sale de esas mismas facultades absurdas. Todos felices porque buscamos la justicia y se nos llena la boca de derechos humanos de los gatos y de monísimos principios, mientras no distinguimos una pena de una sanción administrativa o un contrato de un acto administrativo, y mientras no tenemos ni lejana idea de cómo se estructura el sistema de fuentes, cómo se relacionan las normas dentro de nuestros ordenamientos o cómo se relacionan los sistemas jurídicos …" y añadió ese mismo día poco después "Antes de que me lo digan, no sin razón: a) las generalizaciones siempre tienen excepciones o hacen injusticia a casos individuales; por supuesto que hay buenos profesores acá o allá y buenas facultades en algún lugar, igual que cuando decimos que en cierto país es muy alta la tasa de pobreza eso no queda contradicho al señalar que alguien ahí es muy rico; b) creo que urge mucho repensar la enseñanza del Derecho en todos los países iberoamericanos, empezando por el mío, pero la situación no es igual de grave en todos, en mi opinión. Habría que hacer un gran estudio, serio y riguroso, para evaluar los resultados de tal enseñanza en cada uno. Pero me temo que, más allá de propagandas, no interesa a casi nadie en ningún lado que eso se investigue de verdad".


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