El Dr.
Juan A. García Amado señaló recientemente que la enseñanza del Derecho en
muchos países es, "catastrófica, absurda, demencial". Continúa
afirmando que si otras disciplinas se enseñaran de la misma manera, tendríamos
edificios derrumbándose y cirujanos incapaces de lavarse las manos. Esta fuerte
crítica apunta directamente a la raíz del problema, donde muchas Facultades de
Derecho están plagadas de docentes que desconectan teoría y práctica. Sin
embargo, un análisis del problema nos lleva a identificar otro aspecto
crítico: la actitud y el comportamiento de las personas que ingresan a estudiar
en la Universidad.
Vivimos
en tiempos sin precedentes. La era digital, con su vertiginosa avalancha de
información, ha reconfigurado la forma en que las personas se relacionan con el
conocimiento, afectando profundamente la disposición para adentrarse en
disciplinas complejas como el Derecho.
El
cambio más notable es la transición de una cultura basada en la reflexión y el
estudio detallado a una cultura del 'instante', que prioriza la inmediatez.
Hoy, una simple búsqueda en internet puede ofrecer respuestas a preguntas que
antes requerían horas de estudio y consulta. A simple vista, esto podría
parecer una ventaja. Sin embargo, cuando se trata del estudio del Derecho, esta
rapidez puede ser un arma de doble filo.
La
digitalización ha democratizado el acceso a la información, lo cual es
indudablemente positivo. Pero con ello, también ha surgido una tendencia a
sobresimplificar y descontextualizar. Las personas que ingresan a estudiar en
la Universidad hoy en día, crecieron en un mundo donde la respuesta a cualquier
inquietud está a unos pocos clics de distancia. Esta accesibilidad, si bien
valiosa, puede generar la percepción errónea de que la comprensión profunda es
innecesaria.
En el
estudio del Derecho, esta mentalidad puede ser peligrosamente engañosa.
Mientras que una rápida búsqueda puede ofrecer una definición o un resumen, el
verdadero entendimiento del Derecho requiere de una inmersión en textos,
jurisprudencia, y discusiones teóricas que no pueden ser resumidas en simples
fragmentos. El Derecho es, por naturaleza, una disciplina que demanda
reflexión, análisis y un profundo entendimiento contextual.
Es
imperativo, entonces, que las instituciones educativas reconozcan y aborden
estos desafíos. La formación jurídica no puede rendirse ante la tiranía de la
inmediatez. Debe reafirmar la importancia del estudio detenido, la lectura
crítica y el pensamiento analítico. Solo así se puede asegurar que las futuras
generaciones de profesionales del Derecho estén verdaderamente capacitadas para
navegar y contribuir en un mundo jurídico cada vez más complejo.
El Dr.
García Amado ofrece una crítica incisiva al describir cómo muchos hablan con
pasión sobre "derechos humanos de los gatos y de monísimos
principios", pero, irónicamente, se muestran incapaces de identificar y
diferenciar conceptos fundamentales del Derecho. Esta observación destaca una
tendencia preocupante en la educación moderna: el sacrificio de la profundidad
y la comprensión en aras de la rapidez y la conveniencia.
En la
era digital actual, estamos inundados con información que se presenta en
fragmentos fáciles de consumir. Las respuestas a casi cualquier pregunta están
a un clic de distancia, lo que, en muchos casos, ha reducido la necesidad
percibida de estudiar y comprender a fondo. Esta inmediatez puede ser
tentadora, ya que ofrece soluciones rápidas a problemas complejos. Sin embargo,
en disciplinas como el Derecho, donde cada detalle y matiz puede tener enormes
repercusiones, esta superficialidad es peligrosa.
Tomar
atajos en el estudio del Derecho significa pasar por alto la rica tapezca del
razonamiento jurídico. El Derecho no es simplemente una colección de hechos
aislados, sino un sistema interconectado de principios, precedentes y
procedimientos. Al confiar exclusivamente en respuestas rápidas y genéricas,
las personas que ingresan a estudiar en la Universidad se privan de la
capacidad de analizar situaciones desde múltiples perspectivas, de desarrollar
argumentos sólidos y de aplicar la ley de manera justa y equitativa.
En
última instancia, al optar por la inmediatez sobre la profundidad, se corre el
riesgo de perder la esencia misma del Derecho: un sistema diseñado para
garantizar la justicia, la equidad y la protección de los derechos
fundamentales de todos.
El Dr.
Juan A. García Amado ha señalado una preocupante realidad en su crítica a la
enseñanza del Derecho: muchos estudiantes mencionan principios y conceptos con
soltura, pero carecen de un entendimiento genuino sobre su significado y
aplicación. Esta observación puede vincularse con la creciente normalización
del plagio en entornos académicos.
La era
digital nos ha proporcionado herramientas invaluables para la investigación y
el acceso a vastos repositorios de información. Sin embargo, esta misma
accesibilidad ha oscurecido las líneas entre la investigación genuina y el acto
de "copiar y pegar". Lo que antes requería horas en bibliotecas y la
consulta de múltiples fuentes, ahora se realiza en cuestión de minutos mediante
una simple búsqueda en línea. Esta comodidad, si bien ha simplificado el
proceso de recopilación de datos, ha incrementado el riesgo del plagio.
Cuando
se adopta la práctica de plagiar, no sólo se está cometiendo una falta ética;
en el contexto de la formación jurídica, se está renunciando a la esencia misma
del aprendizaje. El Derecho es una disciplina que demanda una comprensión
profunda y crítica de textos, jurisprudencias y teorías. Al limitarse a
reproducir el trabajo de otros, el estudiante se priva de la oportunidad de
análisis, reflexión y desarrollo de su pensamiento crítico. Como indica García
Amado, se corre el riesgo de no distinguir, por ejemplo, "una pena de una
sanción administrativa o un contrato de un acto administrativo".
Más
allá de las consecuencias académicas, el plagio en la formación jurídica tiene
ramificaciones en el ejercicio profesional. Un profesional del Derecho que no
ha desarrollado la habilidad de pensar críticamente y analizar con profundidad
puede enfrentarse a serias deficiencias en su práctica, afectando a quienes
busca representar o asesorar.
Es
crucial, por tanto, que las instituciones educativas refuercen la importancia
de la integridad académica y promuevan una formación que privilegie el
pensamiento crítico y autónomo sobre la simple reproducción de contenidos. La
enseñanza del Derecho debe ir más allá de la mera transmisión de información;
debe formar individuos capaces de razonar, argumentar y tomar decisiones
informadas en un ámbito tan esencial para la sociedad.
La
digitalización de la educación ha transformado el panorama académico. Si bien
ha proporcionado soluciones para continuar con la formación en tiempos
adversos, también ha traído consigo desafíos que no podemos ignorar. Uno de los
retos más prominentes es la facilidad con la que las distracciones pueden
dominar el entorno de aprendizaje virtual.
El Dr.
García Amado, en su crítica a la enseñanza del Derecho, menciona cómo las
facultades de Derecho están plagadas de personas que no entienden completamente
la utilidad práctica o teórica de lo que enseñan o aprenden. Esta falta de
conexión con el material es una preocupación que se intensifica en un entorno
virtual. Sin la presencia física y la dinámica directa que ofrece el aula
tradicional, muchos estudiantes se encuentran conectados a la plataforma, pero
desconectados del contenido y de la discusión en curso.
La
comodidad del aprendizaje desde el hogar o desde cualquier lugar puede ser una
ventaja, pero también presenta la tentación de realizar múltiples tareas al
mismo tiempo o de ceder ante distracciones domésticas y digitales. A menudo,
esta actitud puede llevar a una participación pasiva, donde, aunque
técnicamente presentes, los estudiantes no están verdaderamente involucrados.
Como resultado, se pierde la oportunidad de interactuar, debatir y reflexionar
sobre temas complejos, aspectos fundamentales en la formación jurídica y que,
como señala García Amado, determinan la capacidad de diferenciar y comprender
conceptos clave del Derecho.
Es
esencial que se promueva una cultura de responsabilidad y auto-regulación entre
los estudiantes. La formación jurídica, con su profunda relevancia social y su
exigencia de análisis crítico, merece una atención completa y sincera,
independientemente del formato en el que se imparta. Es un llamado tanto a
educadores como a aprendices a adaptarse y sacar el máximo provecho de las
herramientas digitales, sin perder de vista el propósito fundamental de la
educación.
La
revolución digital ha alterado drásticamente la forma en que consumimos
información. Estamos inmersos en una cultura de instantaneidad, donde la
brevedad y la rapidez predominan. Clips de video, infografías, y fragmentos de
texto se han convertido en los protagonistas de nuestra interacción diaria con
el contenido. Sin embargo, este cambio de paradigma presenta un desafío
particular en campos académicos como el Derecho, donde la lectura profunda y
detallada es esencial.
El Dr.
García Amado resalta en sus reflexiones una consecuencia preocupante de este
fenómeno en la enseñanza del Derecho. Al mencionar cómo algunas personas hablan
con soltura de "derechos humanos de los gatos y de monísimos
principios", pero no logran distinguir conceptos fundamentales, pone de
manifiesto una realidad: la superficialidad en el acercamiento al contenido.
Esta superficialidad puede estar, en parte, alimentada por la reticencia a
sumergirse en lecturas extensas y detalladas.
La
formación jurídica se basa en la capacidad de analizar, interpretar y
comprender textos complejos. Es un estudio que requiere paciencia,
concentración y, sobre todo, la dedicación a la lectura detenida. Documentos
legales, jurisprudencia, tratados y textos doctrinales no pueden ser reducidos
a simples fragmentos o resúmenes sin perder su esencia y su riqueza
interpretativa.
Lamentablemente,
la cultura de consumo rápido de información ha cultivado en muchos una aversión
a la lectura extensa. Es común escuchar que las generaciones actuales no leen,
pero el desafío real radica en que no se están formando hábitos de lectura profunda
y reflexiva.
Es
fundamental reconocer que, más allá de la aversión a la lectura, lo que está en
juego es la formación de juristas capaces de comprender y operar en el complejo
mundo legal. Como García Amado destaca, es esencial distinguir y comprender
para evitar la arbitrariedad y el abuso en la práctica jurídica. Es un llamado
a las instituciones, profesores y estudiantes a redescubrir y abrazar la
lectura como la herramienta esencial que es en la formación jurídica.
Debemos retroceder en el tiempo y reconocer los cimientos históricos sobre
los que se erige la educación superior. Cuando Platón regresó a Atenas en el
año 387 a.C., fundó una escuela de filosofía en un espacio lleno de olivos,
estatuas y templos, conocido como Academos. Este lugar no solo rinde homenaje
al legendario héroe del Atica, sino que se convirtió en el epicentro del
pensamiento intelectual griego durante casi un milenio. La Academia de Platón
sirvió de precursora para nuestras universidades contemporáneas, transmitiendo
su virtud, herramientas, fuerza y misión. Esta misión enfatiza la transmisión
del conocimiento a través de la docencia, la creación de nuevas formas de
pensamiento mediante la investigación y, en última instancia, la difusión de la
cultura.
La
visión de Ortega es esclarecedora al mencionar que la cultura es "aquel
sistema de ideas vivas que cada tiempo posee y desde las cuales el tiempo
vive" (Ortega y Gasset, J., Misión de la Universidad [1930], pp. 62-64).
Estos principios eternos, arraigados en la esencia misma del espíritu humano,
han resistido el paso del tiempo. Es esta eternidad en el reino de las ideas lo
que le da al mundo académico su inmutabilidad y permanencia.
Una
verdadera vida académica, que se concibe como una comunidad de estudio e
investigación, sólo puede florecer en un entorno de completa libertad y
dedicación a la verdad. Esta verdad, tal como subraya el Dr. García Amado en
sus palabras sobre la enseñanza del Derecho, no solo debe extraerse de la
materia que se estudia, sino también de aquellos que la buscan. La excelencia y
trascendencia de una obra académica permiten, tras una rigurosa evaluación,
determinar el reconocimiento que merece un académico y las responsabilidades
que se le deben confiar.
Como
bien señala Protágoras, "el hombre es la medida de todas las cosas"
(Reale, G., Historia de la filosofía. Universidad Pedagógica Nacional. Bogotá,
2007, p. 133). En esta lógica, es el ser humano quien define la ciencia, la
cultura y la universidad. La esencia humana es la base de la vida espiritual y,
por ende, la base misma de la educación superior. Sin embargo, en nuestra era
contemporánea, donde la rapidez y la superficialidad a menudo dominan, es
esencial volver a esta concepción más profunda y reverente de la educación,
para que la universidad no sea vista simplemente como un trámite, sino como un
viaje transformador en el camino hacia el conocimiento y el autodescubrimiento.
El
Derecho, en su esencia más profunda, representa la columna vertebral que
garantiza la cohesión y equidad de nuestras sociedades. El Dr. García Amado,
con perspicacia, señala la desconexión entre la teoría y la práctica en muchas
de nuestras instituciones académicas. Sin embargo, como nos recordó Protágoras:
"El hombre es la medida de todas las cosas". Esta máxima nos indica
que la responsabilidad de construir un sistema legal sólido y equitativo no
sólo es tarea de los docentes o instituciones, sino que recae, primordialmente,
en los propios estudiantes.
La era
digital ha otorgado oportunidades sin parangón en cuanto a acceso a la
información. Pero, con sorprendente frecuencia, en vez de enriquecer y
profundizar la formación, muchos estudiantes han optado por el camino del
conformismo y la superficialidad. No podemos olvidar el propósito con el que
Platón fundó su Academia en Atenas, buscando la verdad y la sabiduría, o la
misión educativa que Ortega y Gasset visualizó como vital para la transmisión
de un sistema de ideas vivas.
La
enseñanza del Derecho no es una labor unidireccional donde sólo los docentes
depositan conocimiento en los estudiantes. Es, de hecho, un delicado equilibrio
de esfuerzos. Sin duda, necesitamos docentes comprometidos y metodologías
vanguardistas que reflejen los desafíos de nuestro tiempo y se adapten a las
peculiaridades de la era digital. Sin embargo, el verdadero éxito de cualquier
sistema educativo radica en la receptividad y compromiso de sus estudiantes.
El Dr.
García Amado señala con precisión la brecha entre lo que se espera de la
formación en Derecho y lo que muchos estudiantes están dispuestos a aportar. En
sus palabras, vemos cómo muchos hablan de principios y derechos, pero no están
preparados para distinguir y aplicar conceptos básicos del Derecho. Es esencial
que los estudiantes comprendan que el Derecho no es solo un conjunto de normas
y estatutos; es un organismo vivo que evoluciona, interpreta y responde a los
desafíos de la sociedad.
El
conformismo, o la mera satisfacción con lo mínimo, no solo mina la formación
individual del estudiante, sino que, al acumularse, compromete la integridad y
calidad del sistema legal en su conjunto. Cuando los estudiantes se acercan a
sus estudios con una mentalidad superficial, renuncian a la oportunidad de
adentrarse profundamente en los misterios y desafíos del Derecho, perdiendo así
la riqueza y la complejidad que este campo tiene para ofrecer.
El
reto, por tanto, es claro y bidireccional. Las instituciones y profesores deben
proporcionar una educación que inspire, desafíe y prepare a los estudiantes
para los desafíos del mundo real. Por otro lado, es esencial que los
estudiantes se acerquen a sus estudios con una mente abierta, una actitud
proactiva y una genuina pasión por el aprendizaje. Solo entonces podremos
esperar un sistema legal sólido, adaptativo y, sobre todo, justo.
Justo acá las palabras originales de tan distinguido jurista.
El 17
septiembre de 2023 el Doctor Juan A. García Amado (@JuanAGAmado) escribía en https://twitter.com/JuanAGAmado/status/1703379199573004358
"Seamos claros de una vez por todas, sin paños calientes ni diplomacia
floja: la enseñanza del Derecho es, en muchos países, catastrófica, absurda,
demencial. Si la Arquitectura se enseñara como el Derecho, los edificios se
caerían, y si se enseñara así la Medicina, los cirujanos matarían a cada
paciente, porque no sabrían ni que hay que lavarse las manos.
Las
Facultades de Derecho están plagadas de profesorado que ignora qué utilidad
práctica tiene la teoría que explica o desconoce qué fundamento teórico tiene
la práctica que muestra.
La gran culpa es del profesorado y del
gobierno de las facultades de Derecho. Hay que refundarlo y repensarlo todo. Y
urge cerrar miles de facultades de Derecho y, si me apuran, encarcelar a muchos
de sus responsables como autores de
delito continuado de estafa; entre otras cosas.
Si los
ingenieros no saben, se caen los puentes, pero si los profesionales del Derecho
no saben, nos caemos los ciudadanos y la práctica jurídica se vuelve
arbitrariedad, corrupción y abuso. Y eso es lo que hay, adornado con la
propaganda del iusmoralismo fatuo que sale de esas mismas facultades absurdas.
Todos felices porque buscamos la justicia y se nos llena la boca de derechos
humanos de los gatos y de monísimos principios, mientras no distinguimos una
pena de una sanción administrativa o un contrato de un acto administrativo, y
mientras no tenemos ni lejana idea de cómo se estructura el sistema de fuentes,
cómo se relacionan las normas dentro de nuestros ordenamientos o cómo se
relacionan los sistemas jurídicos …" y añadió ese mismo día poco después
"Antes de que me lo digan, no sin razón: a) las generalizaciones siempre
tienen excepciones o hacen injusticia a casos individuales; por supuesto que
hay buenos profesores acá o allá y buenas facultades en algún lugar, igual que
cuando decimos que en cierto país es muy alta la tasa de pobreza eso no queda
contradicho al señalar que alguien ahí es muy rico; b) creo que urge mucho
repensar la enseñanza del Derecho en todos los países iberoamericanos,
empezando por el mío, pero la situación no es igual de grave en todos, en mi
opinión. Habría que hacer un gran estudio, serio y riguroso, para evaluar los
resultados de tal enseñanza en cada uno. Pero me temo que, más allá de
propagandas, no interesa a casi nadie en ningún lado que eso se investigue de
verdad".
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