14.1.25

El Caso del Futbolista sin Suerte: Una Historia de 0 Goles y Tropiezos Legales

En las canchas del Estadio Municipal del Valle, un domingo de julio de 2018, entre las 7 y 9 de la noche, se desarrollaba un partido entre los equipos "Atlético Independiente" y "Deportivo Campeones". Miguel Ángel Soto, jugador del Atlético, sufrió una lesión que desencadenaría una batalla legal de dos años.

La historia comenzó meses antes, cuando en abril de 2018, Atlético Independiente solicitó su afiliación al torneo organizado por el Comité Local de Deportes. Como todos los jugadores, Soto firmó el formulario de inscripción que incluía una cláusula que resultaría crucial: "Reconozco que hay riesgos y lesiones en la práctica del fútbol y acepto la responsabilidad personal por los daños que resulten de dichas lesiones."

Aquella noche de julio, tras sufrir una fractura en el tobillo, Soto tuvo que ser trasladado al Hospital Central en un carro particular, pues no había Cruz Roja en el sitio. En el hospital, le informaron que necesitaba cirugía, pero surgió un detalle peculiar: requerían una póliza de responsabilidad civil del organizador del evento o un documento que certificara su inexistencia.

Al día siguiente, Soto visitó las oficinas del Comité, donde recibió el documento "CLDR-1984-18" confirmando que no existía tal póliza. Según su relato, el administrador Roberto Valle le recordó que él mismo había aceptado toda responsabilidad al firmar la inscripción.

Lo que siguió fue una cascada de desgracias, según Soto: perdió su trabajo con un salario de 600,000 mensuales, fue despedido sin responsabilidad patronal, no pudo pagar su seguro voluntario de la Caja, sufrió depresión y ansiedad, y hasta tuvo que abandonar sus estudios universitarios. Su demanda reclamaba 4.8 millones por daños materiales y 10 millones por daño moral.

Pero aquí viene lo fascinante: en toda su elaborada demanda contra el Comité y la Municipalidad, Soto nunca explicó cómo exactamente se lesionó. Era como demandar por un choque sin mencionar cómo ocurrió el accidente.

El Tribunal Contencioso Administrativo, en su resolución N° 89-2020-IV, tuvo que explicar algo aparentemente obvio: una póliza de seguros no previene lesiones, solo ayuda a pagar los daños después de que ocurren. La ausencia de una póliza no causa fracturas de tobillo. Además, Soto había firmado voluntariamente reconociendo los riesgos del fútbol, documento que criticó pero curiosamente nunca pidió anular.

La resolución fue contundente: no existía ninguna conexión lógica entre la falta de una póliza y la lesión sufrida. El tribunal recordó algo que cualquier aficionado al fútbol sabe: jugar conlleva riesgos inherentes, y firmar un papel diciendo que aceptas esos riesgos significa exactamente eso.

El caso terminó con Soto condenado a pagar las costas del proceso más intereses, recordándonos que en derecho, como en el fútbol, a veces la jugada más simple es la correcta. No se puede culpar a la ausencia de un seguro por una lesión deportiva, del mismo modo que no se puede culpar a la falta de un paraguas por la lluvia.

 


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